Cuando la Televisión da de comer al niño…

 In Salud

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El niño come de la misma manera como descubre el mundo y como aprende: convirtiéndolo en una experiencia propia.

Es normal que se muestre activo en su descubrimiento de los alimentos, probándolos, toqueteándolos y seleccionándolos. Bien al contrario, sería más inquietante que se mantuviera completamente pasivo respecto a la alimentación, tragándose todo lo que le dan de un modo indiferente.

Sin embargo, eso es lo que pasa cuando desde muy pequeño se le acostumbra a comer delante del televisor, porque entonces, deslumbrado por las imágenes televisivas, presta muy poca atención a lo que come. Su encuentro con los alimentos se ve perturbado. A lo sumo, para el no son más que una especie de masa calórica que satisface una necesidad, pero que no tiene nada que ver con el deseo. Al no estar metabolizados mentalmente, los alimentos son solo trasportadores neutrales de las imágenes que van desfilando por la pantalla de la tele. Ahora bien, dichas imágenes tienen un impacto emocional sobre el niño, y estas emociones son las que el niño se traga. Unas emociones que no son ni las de los padres, ni emociones elaboradas a partir de lo que el niño imagina cuando ingiere tal o cual alimento, si no otras provocadas por el imaginario del autor del programa televisivo. Así pues, a través de este imaginario, un imaginario prêt-à-porter, es como el niño va a cartografiar afectivamente su cuerpo. Tanto para el niño como para el adolecente o el adulto, las pantallas no <<liberan>>, si no que captan las emociones y las absorben, y no permiten que el individuo pueda expresarlas; las ingiere tal cual o de un modo mucho más intenso, pero les resulta imposible metabolizarlas.

Así pues, para las vivencias emocionales del niño relacionadas con la alimentación y con sus variaciones de peso tiene mucha importancia la influencia de los padres y del entorno (familiar o cultural). Así, los tratamientos prescritos a niños aquejados de sobrecarga ponderal ofrecen mejores resultados cuando tienen en cuenta a los padres. Ciertos estudios señalan que hasta puede ser más eficaz tratar solo a los padres que solamente a los niños.

Pero si bien es cierto que los primeros años de la vida son fundamentales para explicar el origen del sobrepeso emocional del adulto, también lo es que la adolescencia es un periodo clave de las vivencias emocionales de la alimentación.

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