Comer Consciente, Enemigo número uno de la obesidad

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La obesidad es una de las enfermedades con más crecimiento en las últimas décadas, tanto en nuestro país como en otros lugares del mundo. Compartimos con gran parte de la humanidad vicios, excesos, malos hábitos, alteración del círculo hambre-saciedad.

El sobrepeso tiene consecuencias biológicas -que muchas veces no se ven y son indoloras-, como la hipertensión o los altos niveles de colesterol, y emocionales: el dolor psíquico que la imagen corporal presenta. O sea, “estoy mal y no me gusto”.

La propuesta terapéutica consiste en aprender a convivir con el problema y buscar soluciones realistas. La obesidad, como la diabetes o la hipertensión, se presentan, se desarrollan y están dispuestas a quedarse; la mala noticia es que son crónicas; la buena es que pueden tratarse, ofrecen alternativas de recuperación y se puede desarrollar un estilo de vida preventivo y un estilo de vida afrontativo.

El estilo de vida preventivo nos propone planificar una dieta y, paralelamente, realizar un aprendizaje sistematizado de habilidades para tolerar al malestar y manejar las situaciones de crisis.

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El estilo de vida afrontativo implica poner manos a la obra, atacar el sobrepeso mismo de una manera constante y realista, sin caer en el exceso de la ultra dieta de 600 Kl que termina siendo un salvavidas de plomo ante la desesperación de querer conseguir más, más y más rápido.

Ambos estilos se complementan y se entremezclan en la vida cotidiana. Se trata de crear dominio y afrontar el problema con respuestas efectivas en términos de conductas simples y observables.

Se trata de detenernos y pensar por un momento: si este problema va a acompañarme, como dicen los expertos, gran parte de mi vida, o toda mi vida, ¿cómo me voy a relacionar con ello? ¿Qué es lo importante para mí? ¿Cuáles son mis verdaderos valores de vida y qué lugar voy a darme en esta lista de prioridades tanto a mí como a mi autocuidado y a mi forma de comer? ¿Cómo hacer para que el acto de comer tenga la importancia y el ritmo que otros actos de mi vida tienen?

Comemos mientras hacemos otras cosas, mientras estudiamos, leemos, trabajamos, manejamos. Sin embargo, si voy a rendir un examen, o me presento a un concierto y canto o toco un instrumento o tengo sexo, difícilmente piense en comer al mismo tiempo. De esto se trata, priorizar el acto de comer como un momento único y sagrado. Una cosa a la vez.

¿Podré cambiar alguna vez?

cambiar-los-habitos-alimenticiosLa respuesta es sí. Se trata de volver a la escuela, una escuela de vida y hábitos que conviven con el ambiente tóxico y los malos hábitos. Para alcanzar este cambio es importante hacerlo conscientemente, a propósito, que me lo proponga, para ayudar a que mi cerebro dispare nuevas combinaciones y secuencias.

Por ejemplo, si a un disparador emocional, situación de enojo o miedo, se le suma una tentación, comida en exceso, habrá que buscar un plan B para cambiar esa conducta desadaptada.

Debo estar atento, alerta, con la guardia en alto ya que los viejos circuitos estarán siempre allí, al acecho, como anzuelos, esperando a que en algún momento de distracción vuelva a elegir mis antiguos hábitos de conducta

Cambiar la forma habitual de hacer las cosas es muy difícil y requiere de ejercicios constantes, técnicas, práctica, monitoreos. Por eso, los programas de descenso de peso apoyados en técnicas, desarrollo de habilidades, ejercicios y prácticas suelen ser muy efectivos, contenedores y duraderos.

Los programas para comer de manera consciente y alimentarse con sabiduría se apoyan en el aprendizaje de habilidades para ayudar a nuestros pacientes a aceptar la obesidad, aprender a convivir con ella y, a partir de soluciones realistas, lograr un descenso real y sostenido de peso.

Algunas herramientas para bajar de peso

 

  •  Creer firmemente que el cambio es mejor, cueste lo que cueste. Tener esperanza.
  •  Plantearme metas posibles y alcanzables.
  •  Ir usando y disfrutando mi cuerpo sano, a medida que se reducen mis conductas-problema: atracones, sobreingestas, comilonas.
  •  Proporcionar más placer para mi vida lejos de la comida y los pensamientos de comida. Hacer cosas placenteras.
  •  Dejar de apoyarme exclusivamente en mi fuerza de voluntad y planificar mis cambios en términos de conductas observables para poder testear si los voy logrando.
  •  Comprar comida de manera programada.
  •  Almacenar comida en compañía de alguien para no tentarme y comerla.
  •  Registrar lo que como de manera presente para recordar que estoy ocupándome de ello.
  •  Identificar el hambre fisiológica y el hambre emocional.
  •  Comer cada tres horas.
  •  Preguntarme cada dos horas por mi nivel de bienestar o saciedad.
  •  Evitar las zonas y situaciones “peligrosas”.
  •  Preguntarme antes de comer si mi elección es adecuada.
  •  Pausar dos minutos contemplando la comida antes de comenzar a ingerirla.
  •  Controlar el tiempo de mis ingestas, para comer más lento.
  •  No comer en movimiento. Sentarse para comer.
  •  Construir un espacio íntimo y sagrado para el momento de las comidas principales.
  •  Beber antes y no después de comer, para bajar el nivel de saciedad.
  •  Colocar el control temporariamente en manos de otros: nutricionistas, médicos, psicólogos, que puedan ir monitoreando mi plan y mis registros.
  •  Aceptar que tengo un problema y que la solución es posible.

POR LIC. GABRIELA RODRÍGUEZ REY / PARA CLARÍN BUENA VIDA 31/01/14 – 16:01

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